La humanidad del periodista.
Por Armando Nieblas.
Los que decidimos dedicarnos al periodismo, ya sea por convicción o por necesidad, aprendimos que para hacer un buen trabajo como reporteros debemos contar con ciertas cualidades que nos distingan de los demás y que nos permitan lograr mejores resultados al momento de informar.
Entre las cualidades se encuentran la veracidad, objetividad, honestidad, sagacidad, compromiso, capacidad en el manejo de la información, entre otras; sin embargo, el trabajo diario ha propiciado que la más importante de ellas se vaya perdiendo y en muchos casos ignorado, se trata de la humanidad.
Ryszard Kapuściński conocido también como el mejor reportero del mundo y fallecido el 23 de enero del 2007, lo dejó muy claro en su libro “Los Cínicos no sirven para este oficio”, donde reflexiona sobre el papel intelectual y SOCIAL del periodista cuando trata temas sensibles como la pobreza, el hambre y la guerra.
En la actualidad muchos reporteros han olvidado su lado humano y el compromiso que tienen con la sociedad, de tal manera que los acontecimientos sociales terminan siendo los menos importantes en su jornada diaria.
Acontecimientos como huelgas de hambre, abusos y cualquier denuncia ciudadana, se han convertido en “nota relleno” de los medios de comunicación, de tal manera que los reporteros los ignoran lo más que pueden, perdiendo toda sensibilidad.
Muchos reporteros se han acostumbrado a realizar notas de funcionarios, políticos y autoridades en general, por la simple comodidad que esto representa; mientras que el ciudadano común y corriente queda rezagado.
Y es aquí cuando un reportero tiene que recordar su lado humano y social, pues al final del día; o cuando deja la profesión, se convierte en un ciudadano más, susceptible a los abusos, prepotencia y menosprecio de las autoridades.
Pareciera que la humanidad del reportero y el periodista se encuentra en extinción, pero no es así, simplemente tiene que abrir los ojos y sentir empatía por el ciudadano, poniéndose en sus zapatos y dándole la importancia que se merece, es decir recordar que también es humano.
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